I
Soy un
superviviente del Auschwitz del amor. Mi cáscara está dura y no se puede comer,
pero mis entrañas son suaves y blandas. Puedo dar alimento a mucha gente todavía, pero ya no sé si lo
haré. Mi pijama de rayas ya no existe, es una tela sucia y con grandes manchas
de sangre en todas partes. Mi sol se ha ido y la oscuridad es más brillante que
nunca. Espero sentado en la ducha a que el ciclón B me caiga y por fin sea
libre. No puedo respirar…..
II
Al caer de mi
caballo, como Pablo en el camino de Damasco, la venda me descubrió la verdad.
El sol estaba allí, la luna en su lugar y mi corazón estaba partido y sangraba
por un mundo que ya no existía. Miré hacia el infinito y pude ver mi suerte:
era grande oscura y redonda, eran todos los seres que habían vivido en el globo
ahora y siempre, era, en fin, mi desesperación y mi dolor los que gritaban y me
apartaban del agujero negro.
III
Y las compuertas
de mi alma se abrieron y por ellas corrió un río de lágrimas que empapó mi
corazón. Aves oscuras sobrevolaban mis entrañas, pero yo me defendía, pues
creía que había una esperanza. Nunca la vi, porque la nube gigante me lo impidió y me dejó en esta roca….
IV
Nunca tuve miedo
a la soledad, pero sí a la hipocresía. A veces como fiera aullo, a veces como
niño lloro, mi desesperación es tan grande que nadie puede pararla, ni siquiera
yo. Tengo motivos para vivir, pero también los tengo para morir. No tengo miedo
a la muerte, pero sí temo el sufrimiento que se causa sin dolor, el sufrimiento
dulce y completamente limpio de los “justos”, de los hombres “buenos”. El
desaparecer es algo que está lejos de nosotros, pues ni lo entendemos, ni lo
entenderemos. Así pues, por una vida más, ¡qué más dará!
V
Me duele el saber,
me duele el vivir, me duele el hueso que llevo en el alma de tanto correr y
nunca alcanzar. Soy un pobre hombre que sólo puede ofrecer mis limpias manos
para que otros las vean y se rían, se mofen y griten que son lass manos de un
hombre idiota que nunca supo vivir. Pues vivir, según ellos, es tomar y tomar
de otros y no dar. Quizá tengan razón y la vida es llorar y no reír, pero con
todo prefiero ser YO…., y dar y dar
VI
Si me quieres
buscar, no me encontrarás, pues, cuando te busqué, no te hallé. Si quieres
encontrarme, no me busques, precisamente por eso estaré contigo. Soy el que
vuela a tu lado todos los días y al que no ves, pues soy ese ser
insignificante que pasa junto a ti y
nunca oyes. Soy el ruido de tu corazón, pero que nunca has tenido presente, soy
tu respirar, mas no me sientes. Soy tantas cosas que ya estoy cansado de SER…,
pero siempre, siempre serás mi AMOR, porque “he comprendido que te AMO”.
VII
Soñé que el ave
Aicul venía a mi ventana con una pata herida y quizá también parte de su alma.
Soñé que curaba y quería al ave Aicul, deseaba que se quedara para siempre conmigo, pero el
ave Aicul tenía que regresar a su nido, a su hogar, sabía que algún día sería
así. Quería retenerla para siempre, pero no me daba cuenta de que no podía ser,
que no podía sustituir mi dolor con aquella preciosa ave de ojos marrones y
pico dorado, no podía. No quería que el
ave Aicul fuera mi “tabla de salvación”, ella tenía que regresar. Así, una
mañana le di un beso y abrí la ventana, ella me miró y con su suave pico rozó
mi rostro y echó a volar. Cuando el ave Aicul llegó a su lugar de origen que era
grande, extenso y extraño, se sentó delante de su nido y, al mirar al horizonte
dos lágrimas cayeron a la tierra: eran dos lágrimas de AMOR.
VIII
El río de tus
lágrimas llevó mi corazón hasta las puertas del templo. Allí te encontré, bella
como siempre, pero ya no eras mi pequeña
ave, ahora eras la mujer más maravillosa que mortal pudiera ver. Estabas
radiante y tu voz dulce, como un cascabel, sonaba en el bosque y las criaturas, al oírla
se henchían de placer y amor. Mi varita se rompió y, creo, que durante un
instante, te desencantaste, pues los fantasmas del pasado deben dormir el sueño
de los justos. Alguien me dijo: “Aquel que ve alguna vez al ave Aicul, muere de
amor, placer y satisfacción.”. Para recuperar el hechizo entré en el templo y
recé: “Mira Dios, yo nunca he creído en ti, pero ahora sí creo. Gracias por
darme y darnos a este ser tan luminoso, gracias por dejar que exista, en fin,
gracias, gracias, gracias…..”. Cuando acabé mi plegaria, tú me miraste y me
sonreíste y eso fue todo.
IX
Descubrí que te
amo, que mi pensamiento es sólo tuyo, que mi alma y mi cuerpo tiemblan cada vez
que te veo. Tres besos, dos abrazos y mis manos alrededor de tu cuerpo
palpitando y sufriendo, pero no hubo más y me muero, pequeño pajarillo, por
comer tus hermosos labios, como si de dos frutas, dulces, jugosas y maduras se
tratase, y estallar de placer contigo, me muero por querer ir al séptimo cielo
y quedarme allí para siempre. Siempre, siempre, aunque estés lejos, siempre
serás mi amor. Tres veces me derribaron y las tres me levanté, pero nunca había
conocido un ser como tú, un amor tan fuerte que hace que mis entrañas salgan de
mi cuerpo y todo mi ser grite. Aunque tengas otro “compromiso”, yo esperaré, porque eres mi
AMOR, mi ¡AMOR!
X
Más allá de la
muerte te querré, te amaré, porque, aunque mi cuerpo ya no exista, mis cenizas
esparcidas al viento te seguirán donde vayas, pues serán cenizas enamoradas. Te
buscarán por el mundo donde estés y te prometo que te encontrarán y te retornarán
a mí. Te buscaré y te esperaré donde sea, en el mundo que nos toque vivir, pues
aunque sea un minúsculo ser te amaré, porque estoy condenado a estar encadenado
a ti. Mi corazón y el tuyo, ahora lo sé, laten al unísono y así será para
siempre…
XI
Al regresar de la
Tierra de los Osos, por donde corre el río Spree, he meditado mucho. Lo primero que he visto es
que eres una mujer sabia, ¡muy sabia!, luego he tenido una visión de mi
río interno, que se secaba y poco a poco
los guijarros de la vida se iban depositando en su lecho hasta formar un
ineluctable sedimento que me hizo pensar en aquellos hombres y mujeres que se
fueron porque ya no podían resistir el peso de sus vidas. Pensé en Sócrates, hombre
bueno por excelencia, pensé en Séneca, el gran filósofo, pensé, en fin, en el
“Gran Dictador”, hombre, lo de hombre es, quizá, una categoría muy importante
para tal animal, vi cómo todos ellos
desaparecían sin más. ¿Por qué no yo?, que soy un ser insignificante y
desafortunado en todo, ¿por qué no yo?, que no tengo nada que perder.
Desaparecer en la nada y ya está….. Luego pensé en ti y en mi “otro amor”, ya
sabes: amor blanco y amor “moreno”, y mi corazón, que no es una piedra, como
dijo un día mi carcelera, empezó a bombear sangre y mi cerebro reaccionó, pero
me da vértigo mi pensamiento y…
XII
Por fin mis brumas
empiezan a disiparse y puedo ver la otra orilla con más claridad, allí estabas
tú, mirabas sin verme, pero, cuando me acerqué, me sonreíste y me dijiste las
palabras mágicas que abrieron mi corazón de par en par. Mi mente comenzó a
escuchar el “VA PENSIERO” y yo canté con los esclavos por la libertad, ¡por la
libertad!, mi alma es capaz, otra vez, de ir por los caminos de la alegría, sin
pensar en más, pues vivir todos los días y respirar ya es una victoria y si es
contigo es la gloria. En mi interior una frase se acuñó para siempre: “CARPE
DIEM”, aprovecha el día, aprovecha el momento, pues la vida es corta y tenemos
que disfrutar sin pensar en los demás. Eso fue lo que me dijiste y eso es TODO.
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